Descripción
«Pelajes Criollos», es la obra más completa entre todas las de su género; el estudio más profundo y exhaustivo de cuantos se han llevado a cabo sobre un tema que tanto apasiona e interesa a los amantes de los caballos, al hombre de campo para sus labores, como también al curioso de la literatura. Abarca la hipología y la historia, y sobre la base de la investigación y de las observaciones personales de su autor -autoridad eminente, mundialmente reconocida en la materia-, muestra no solo al caballo criollo, sino también al hombre. El editor entrega a las manos del lector, una obra de esta naturaleza; un libro erudito y amable, útil y hermoso, profusamente ilustrado a color. Una obra única en su género, que constituye un verdadero diccionario en cuanto a pelajes se refiere.
Emilio Solanet nació en Ayacucho (Provincia de Buenos Aires) en 1887 y se graduó como médico veterinario en 1909. Poco después, guiado por una afición apasionada hacia los caballos, recorrió el territorio de Chubut con el fin de adquirir yeguas y padrillos a los aborígenes de la región. Con algunos ejemplares que le vendió el cacique tehuelche Juan Schackmatr se instaló en la estancia «El Cardal», cerca de Ayacucho, iniciando allí la cría planificada de caballos criollos. Junto con aquel grupo inicial llegó a su propiedad «Mancha», que años más tarde sería protagonista -junto con «Gato»- del memorable «raid» de Buenos Aires a Nueva York que, entre 1925 y 1928, llevó a cabo Aimé F.Tschiffely, quedando ambas monturas como arquetipos de la resistencia y la guapeza del caballo de nuestra tierra. El propio Tschiffely señaló: «… el doctor Emilio Solanet ha debido, por cierto, enorgullecerse de ellos».
El interés del Dr. Solanet por la política los llevó a desempeñarse como concejal de Ayacucho, Diputado Provincial durante dos períodos y Diputado Nacional en 1930 y entre 1946 y 1948.
Fue Profesor Titular de Zootecnia en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UBA e integró el Consejo de la Facultad y el Superior de la Universidad. Publicó, entre otros títulos, La raza criolla (1940), Equinotecnia (1941), Hipotecnia (1943), La cría de yeguarizo y la remonta (1947) y Pelajes criollos (1955), su obra de mayor trascendencia.
Falleció el 7 de Julio de 1979, a los 92 años, legando el testimonio de un amor entrañable por las costumbres de nuestra patria, una patria que, como bien supo decir al comienzo de su Pelajes Criollos, fue «hecha a lomo de caballos»,
Párrafos -del prefacio de la primera edición de Pelajes Criollos año 1955- de A. F. Tschiffely, el jinete de los caballos criollos «Gato y Mancha» con los que recorrió las Américas en aquellos tiempos.
… Es verdad que muchos han sido los días y las horas que he pasado con mis amigos, hablando de caballos, caballos y más caballos, sentado sobre el postre de un corral, admirando aquella yegua, encontrando defectos en la caja de aquel padrillo, en la cabeza de aquel potrillo o en el anca de aquella potranca, pero preferentemente cuando se emplea la terminología criolla, porque sin temor de ser desmentido por los pocos que conocen realmente este asunto complejo, puedo afirmar que la Argentina puede jactarse de tener la mayor cantidad y mas exactas definiciones para los pelajes de caballos que cualquier otro país del mundo.
Cuando uno recuerda que en los tiempos pasados, tropillas con miles de caballos salvajes pastoreaban en las inmensas pampas, y muchos estancieros poseían cientos de estos animales, y que la única educación que el gaucho recibía era la observación, la memoria y el trabajo entre animales -una educación sin fin, en todo sentido, tan constructiva y difícil como otras que encauzaban a lo que algunas personas llaman profesiones «sabias»-, no es de extrañar que se haya formado un vocabulario tan asombrosamente rico.
… En todo el trayecto a través de Sud América y Central, México y los Estados Unidos, al encontrarme con «caballistas», el tema principal de la conversación versaba sobre los caballos y sus capas. Lo mismo ha sucedido en todas las Exposiciones de equinos que haya visitado desde entonces, algunas de ellas varias veces, en Buenos Aires, Nueva York, Londres, Dúblin y otras ciudades.
Mi deseo es que perduren los gauchos y todos los jinetes, sean de cualquier parte del globo.